lunes, 15 de diciembre de 2008

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Comentario sobre el texto Vanguardia y Kitsch, Arte y Cultura de C. Greenberg26.11.08


                                                                                                                                     


Siempre ha existido por un lado la minoría de los poderosos y cultos y por otro la gran masa de los pobres y explotados, por tanto ignorantes. La cultura formal ha pertenecido a los primeros y los segundos han tenido que contentarse con una cultura popular rudimentaria o con el kitsch. Los axiomas de los menos son asimilados por los más.  


Una vez más nos encontramos con la distinción de que el Arte es solo para un grupo selecto reducido que además decidirá con que restos ha de alimentarse a la carroñera masa hambrienta e ignorante. Los ricos y cultos, sustentadores de la base social imprescindible para que se desarrolle la cultura, encontraron en las nuevas formas la manera de continuar con una cultura en continuo movimiento en este mundo caótico, cambiante y que todos cuestionan. Así la vanguardia, que necesita de su dinero para producir, se alejó de lo público buscando mantener el alto nivel de su arte. Boooom¡¡¡  Aparece el arte por el arte, juegan a ser dioses, las nuevas producciones deben ser válidas únicamente por si mismas, sin remitirnos a experiencias vividas y reconocibles, se sumergen en la deshumanización del arte.


El arte se convierte en algo demasiado bueno para que lo aprecie cualquiera en cuanto la realidad que imita deja de corresponder, ni si quiera aproximadamente, a la realidad que cualquiera puede reconocer.


El arte nuevo, el demasiado bueno, ofrece al espectador culto una auténtica experiencia estética basada en el disfrute plástico, puramente estético y distanciado de la realidad claramente reconocible. El arte nuevo ofrece la causa del placer estético. Cuando el público cultivado se dispone a apreciar una obra los valores de lo vivido le llegan como reflejos, en segunda instancia, como resultado de una reflexión sobre la impresión inmediata que le dejaron los valores plásticos. Sin embargo, la gran mayoría, inculta por naturaleza, que disfrutaba de las obras que ofrecían directamente, sin esfuerzo, el efecto del placer estético quedan perdidos ante el nuevo e irreconocible arte. Quedan renegados incluso de la posibilidad de disfrutar de un arte a menor escala. Y no es que si nos dedicáramos a educar esta masa comenzaría a disfrutar del nuevo arte. Es que esta masa comprende que su ritmo de vida, su eterno deber con la producción no le permite dedicar el tiempo necesario que le llevaría aprender a disfrutar de las nuevas obras. (Para que un hombre gastase su tiempo y sus energías creando o escuchando poesía era preciso que otro hombre produjera lo suficiente para mantenerse él y mantener al otro con comodidad) Además la admiración a los nuevos patrones silencian cualquier resentimiento de la masa y el fabuloso mercado rápidamente ofrece alternativas.  


El kitsch es otra manera barata por la cual los regímenes totalitarios buscan congraciarse con sus súbditos. Como no pueden elevar el nivel cultural de las masas adulan a las masas haciendo descender la cultura hasta su nivel. El kitsch mantiene al dictador en contacto más intimo con el “alma” del pueblo.


Como la ignorancia de las nuevas masas urbanas no les permitía disfrutar del nuevo arte presionaron sobre la sociedad para que se les proporcionara el tipo de cultura adecuada a su propio consumo y como no podría ser menos, el omnipresente universo de las transacciones económicas mercantiles, ofreció una rápida solución también en el mundo del arte. Un nuevo alfabetismo universal, unas engañosas y económicas creaciones industriales producidas en serie que exprimen toda la tradición cultural degradándola hasta hacerla asequible a la masa. Buen, bonito, barato y para toda la familia. El Kitsch, un arte popular y comercial, condenado a conservar y ampliar sus mercados, ha arrasado dócilmente la cultura popular hasta el punto de estar encaminada a ser la primera cultura universal de la historia. 


El capitalismo decadente piensa que cualquier cosa de calidad que todavía es capaz de producir se convierte casi invariablemente en una amenaza a su propia existencia. Los avances en la cultura, como los progresos en la ciencia y en la industria, corroen la sociedad que los hizo posible. Hoy miramos al socialismo simplemente en busca de la preservación de toda la cultura viva de hoy.


La masa se limita a cocear y tragar lo que le echen con mucho gusto, sus experiencias con el arte no van más allá de estos objetos masticados creados para su infinita regurgitación o el encuentro casual con alguna manifestación de arte verdadero que no llegarán a entender jamás, y en esta ignorancia voluntaria, puesto que son libres de decidir ya que no existe condicionamiento alguno, viven felices. Mientras por otro lado, los nuevos artistas se muestran más tímidos cada día y empiezan a sentirse inseguros del público del que dependen, los ricos y los cultos.

Todo se está hundiendo por el propio peso que se han jactado en cargar; los más rápidos, los más cultos, los más inteligentes habrán sacado partido y tendrán bolsas de basura llenas de billetes, y les queda aún camino por desangrar. El Arte, saqueado, violado, especulado y todos los -ados desagradables que nos apetezca descubrir entre las manchas de las manos de los titiriteros del mundo artístico, se convierte a pasos agigantados en un suculento mejunje indigerible en bandeja de plata, listo para satisfacer las necesidades de los más exquisitos paladares.

Menos mal que han hecho alérgica a la masa, no tendrán oportunidad de culparla de tal degradación. Seguirá sentada en su sillón con el toro de plástico sobre su tele mientras el alto atragantado standing se recupera de los lavados de estómago.